—Mierda, Bea, ¿qué narices llevamos esta semana?
—Ni idea, Julio, pero se me acaban de caer los armarios de la cocina y estoy haciendo frente al adulting.
—Ay, madre, que llevamos la newsletter vacía. Que yo he tenido que cambiar la grifería del baño esta semana y apenas he tenido tiempo de mirar nada.
—¿Descubrirán el pastel, por fin, y se darán cuenta de que somos unos impostores fingiendo?
Vamos a ser honestos: las vacaciones de Pascua han sido muy necesarias para desconectar la cabeza (en realidad, para arreglar la casa, poner lavadoras…), pero nos ha pillado con el pie cambiado para hacer el tema de esta semana. De la conversación surgió la idea que os traemos: el síndrome de la impostura.
El síndrome de la impostura consiste en, básicamente, un conjunto de pensamientos que nos hacen creer que no estamos en el lugar que nos corresponde, que hemos obtenido nuestros logros de chiripa y que, tarde o temprano, el mundo acabará dándose cuenta de que somos un fraude. ¿Te has sentido alguna vez así? Nosotros todos los días, aunque la verdad es que no estamos seguros de que tanto como para hablar de esto. Espera, ¿esto también es síndrome de la impostura?
Un ciclo sin fin (como el de Mufasa, pero sin plagiar a Kimba)
La psicología ha estudiado durante años este fenómeno y cómo funciona nuestra cabeza cuando tenemos el síndrome de la impostura. El ciclo de pensamiento-acción comienza cuando recibimos una tarea. Esta nueva obligación provoca en aquellas personas que sufren de impostitis mucha ansiedad. Suelen responder de dos maneras (a ver si te suenan): se preparan mucho, mucho, MUCHÍSIMO ante el problema, o entran en una espiral de procrastinación (por ejemplo, recolectando bayas, mirando Twitter, limpiando el baño…) que acaba en un frenesí de trabajo a última hora para cumplir plazos.
Vale, hemos acabado en tiempo, ¡qué alivio! Te sientes invencible ahora mismo… Pero esta sensación de victoria no suele durar, porque ahora empiezas a anticipar. ¿Estará bien lo que he hecho? ¿Era lo que me habían pedido? ¿La habré liado en algún momento? ¿Le gustará a la gente? Da igual que nos digan que hemos hecho un trabajo excelente (obvio que lo es: las personas con impostitis solemos ser unos perfeccionistas de mucho cuidado) o que nos den una palmada en la espalda con promociones, triunfos o elogios: no nos lo creemos. Pensamos que nuestro éxito no está relacionado con nuestra capacidad personal. Rechazamos los mensajes positivos porque consideramos que son incongruentes con la película que tenemos montada en nuestra cabeza sobre el éxito. Creemos que el nuestro es cuestión de suerte y no de trabajo duro, o que nuestros triunfos no son un fiel reflejo de nuestra capacidad real. Todo esto refuerza el sentimiento de ser un fraude. Cuando nos enfrentamos a una nueva tarea (que seguramente será más exigente que la anterior por nuestro buen hacer), la duda que sentimos ante nuestra capacidad refuerza la ansiedad y volvemos a empezar con el ciclo.
El síndrome de la impostorA
Como casi todos los fenómenos sociales y psicológicos en la vida, el síndrome de la impostura tiene un retrato robot: afecta más a mujeres que a hombres, es más común en jóvenes y algunos estudios apuntan a que en sectores muy competitivos como el diseño creativo, el derecho, la investigación, la tecnología o el ámbito de la salud (¿quizá la precariedad sea un aliciente de este fenómeno?) es más frecuente encontrarse a personas que sientan o hayan sentido este fenómeno.
El síndrome de la impostura está vinculado con la autoestima y (una mala) autopercepción. Las personas que lo sufrimos solemos ser autoexigentes, perfeccionistas (siempre con el “debería” o “tengo que” en la punta de la lengua), muy críticas con nuestro trabajo y con miedo a fracasar, uno de los aspectos que más afecta a la confianza en uno mismo. Además, una de las razones por las que afecta más a mujeres que a hombres es que, en mayor medida, las mujeres suelen atribuir los fracasos a ellas mismas, y no al entorno. Estos fracasos, la falta de referentes de éxito en algunos campos, un discurso interno que minusvalore las capacidades y el propio estado fisiológico y emocional puede afectar en sentir más o menos impostitis.
Curiosamente, muchas personas con síndrome de la impostura suelen tener éxito en el ámbito profesional o social por esa constante búsqueda del rendimiento y el trabajo duro. Pero ese éxito les lleva a pensar que no lo merecen y que todo es cuestión de suerte, y lleva a un miedo constante a que se descubra el pastel y todo el mundo se dé cuenta del fraude.
Spoiler: no hay pastel
Sentimos terror porque nos descubran y eso nos lleva a declinar cumplidos, ofertas para promocionar o mejores trabajos. Es decir, pensamos que no somos suficiente (cuando evidentemente sí) y eso bloquea nuestra progresión laboral.
Llevado al extremo, la impostitis puede derivar en depresión, y de ahí a una baja laboral. Si sientes que tus compañeros no entienden la situación es porque te ven con unas gafas distintas a las que tú usas para evaluarte en el trabajo o en tu desarrollo personal. Esto añade otro efecto pernicioso a la ecuación: aislamiento, y un aumento del sentimiento de impostura y de falta de control de la situación.
No todo es impostitis
Nuestra socialización influye en nuestro desempeño en el curro. Nos explicamos: si estamos en un ambiente en el que se demandan un montón de conocimientos, lenguas, competencias, skills, hard and soft abilities, engagement, brand personal –Julio, suelta ya el diccionario de inglés– y un sinfín de palabrejas raras que están escondiendo una estafa piramidal (conocida popularmente como capitalismo) que ni las sectas que investiga Tamayo, es normal que esa presión extra ante algo desconocido (palabrejas raras, por ejemplo) refuerce nuestra percepción de que no estamos preparados para lidiar con el curro.
Al final de nuestra impostitis ha salido todo un tema. No sabemos si esto ha aumentado nuestro sentimiento de fraude, pero esperamos que al menos os hayamos entretenido y sigáis leyéndonos; sobre todo, porque Bea tiene que arreglar su cocina y necesita amor <3 y dinero. Os dejamos su PayPal ;)
Si eres como Julio y no tienes dinero para dar, te puedes meter en el Discord y lloramos juntos por nuestra impostitis.