Rata o pobre, el dilema
¿Pedir solo la ensalada de acompañamiento es de rata o de pobre? ¿Y acompañarlo de un vaso de agua?
En un capítulo de Friends (sí, somos unos clásicos), Phoebe, Joey y Rachel se llevan las manos a la cabeza con los precios del restaurante donde Monica celebra su ascenso. Dejando de lado que es evidente que ninguno de los protagonistas de Friends podrían vivir en los pisos que viven, el momento “stop con este ritmo de vida” es algo que tarde o temprano llega a todos los grupos de amigos. A veces sale el tema, y otras veces simplemente aquella persona que no puede permitirse que el plan siempre conlleve gastar dinero deja de presentarse en las quedadas.
“Normalmente se oculta para no generar discriminación o incluso lástima y pena”, explica Esther López Zafra, catedrática de psicología social y presidenta de la Sociedad Española de Psicología Social (SCEPS). “El sentido de dignidad nos lleva a vivirlo de forma individual y utilizar estrategias de evitación o de aislamiento si nos sentimos por debajo de otros miembros del grupo”.
I’ll be there for you
Pero a ver, la confianza es la base de la amistad, y la comunicación la base de la confianza, ¿verdad? ¿VERDAD? “Hablar de dinero o no es una cuestión totalmente cultural. Al contrario que en algunas sociedades americanas o asiáticas, en las sociedades europeas está muy mal visto”, cuenta López Zafra. Eso hace que en nuestra cultura sea un tabú hablar abiertamente de las posibilidades económicas que tenemos.
Si detectas que en tu grupo de amigos ha pasado algo así y hay quien empieza a aislarse por ello, hay formas de sacar el tema sin hacer sentir mal al otro, como hablar de ello en tercera persona:
“Lo mejor es integrarles evitando el tema, pero realizando acciones que les hagan sentir bien, como no gastar en exceso delante de ellos o invitarles sin que sientan que es por pena o lástima. Este apoyo se entiende muy bien y permite a la persona sentir que puede recuperarse y buscar acciones que le permitan su integración”, aconseja López Zafra.
No eres tú (otra vez), tampoco son tus amigos
Oye, pero ¿es solo cosa nuestra, que estamos sin blanca, o es que para salir de casa sí o sí hay que abrir la cartera? “Cuanto menor es la oferta, menor capacidad de decisión y mayor reducción de alternativas hay entre grupos”, explica Ana Muñoz, investigadora de economía en la Universidad de Málaga. Si las opciones que tenemos sobre la mesa implican siempre gastar, QUIZÁ EL PROBLEMA Y SOLO DECIMOS QUIZÁ ES EL PUÑETERO CAPITALISMO.
Ejem… Vamos a desarrollar esto
Piensa en una plaza, una plaza dura tan característica de nuestras ciudades, o una peatonalización de una calle. ¿Quién usa ese espacio? Terrazas, motos de alquiler, patinetes. Eso sí, un par de niños jugando a la pelota tranquilamente no, madre mía, que son el demonio. Nos hace preguntarnos si realmente existe espacio público o para habitarlo estamos obligados a consumir. “La ciudad nos orienta al consumo, queramos o no. ¿Qué pasa si no podemos?”, se pregunta el geógrafo Jesús Ortuño. “Secchi en La ciudad de los ricos, la ciudad de los pobres señalaba que la ciudad es espacio de integración social y cultural, a la vez que es una máquina de diferenciación y separación. Existen espacios de convivencia que segregan por especialidad y bolsillo”. Y así es como tú acabas en tu casa y tus amigos, en el bar.
Y por qué esto te afecta a ti
No a todo el mundo le afecta por igual que las ciudades sean espacios de consumo. “Los jóvenes, al igual que los mayores, son los que más utilizan el espacio público”, explica Ortuño, que especula sobre la necesidad, o tal vez la defensa, que supone el uso de ese espacio ante la desigualdad social, el derecho a la accesibilidad y ante desafíos globales como el cambio climático. “La ciudad está perdiendo progresivamente los negocios tradicionales, que son el pegamento del barrio. En un mundo cada vez más individualizado, perder la sensación de pertenencia al barrio sólo puede aislarnos más”. Esta desconexión tiene relación con la salud mental: “Hay una necesidad entre los ciudadanos de reaprender a convivir: necesitamos desatomizarnos”.
Venimos arrastrando tres crisis en quince años. No una, ni dos. TRES. Tras el miedito al cambio climático, la pandemia, los volcanes, las guerras, los meteoritos (ya llegarán, pero no en mayo) y demás catástrofes, es desde nuestros entornos desde donde podemos impulsar la recuperación posterior. “Quizá la primera batalla que librar sea el conquistar la democracia, desarrollar más bases participativas y curar el malestar generalizado y, a más democracia, se podrá reducir las desigualdades del espacio”, reflexiona Ortuño.
Ciudad, ponte a currar
Dicen Juan Rodríguez Medela y Óscar Salguero Montaño, del Grupo de Estudios Antropológicos La Corrala, en Cartografía de la ciudad capitalista que toda área urbana es objeto de ser rentabilizada: “El predominio de la función de consumo sobre la de espacio de socialización hace que las calles y plazas dejen progresivamente de ser entendidas como espacios fundamentales para el desarrollo de la comunidad y se vean únicamente como objeto de explotación económica”.
Habitar o producir, ese es el conflicto en las zonas urbanas. O dicho en plata, qué quieres hacer tú con tu ciudad y qué quieren hacer con ella los que tienen el poder (político y económico). ¿Te han multado alguna vez por beber? Seguro que no estabas bebiendo en una terraza (qué caro es ser pobre). Vale, no es el ejemplo más salubre, lo sabemos. Tienes otras muestras de cómo las ordenanzas cívicas buscan “limpiar” las ciudades, como en el caso de la música en la calle. Pero la salubridad y la higiene son los discursos legitimadores de algunas de esas normas –junto con la seguridad– que no permiten hacer en el espacio público lo que sí está permitido hacer en la terraza del bar, y sancionan económicamente estos usos. Por ejemplo, estas son las multas por beber en la calle en las ocho ciudades más pobladas de España (muchas de ellas, también muy turísticas).
Pedir agua y ensalada de acompañamiento no es de rata, sino de pobre, y el montarnos o no un Catán y un sopar del cabasset (Julio dice guateque, pero Bea se niega a usar palabras del siglo pasado) no depende solo de que se nos ocurra el plan y de que tengamos un sitio donde montarlo. Los espacios públicos de las ciudades se “privatizan” progresivamente y pueden separarnos de nuestros amigos, pero podemos luchar por recuperarlos, porque son…
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