Ya hemos hablado de esas veces que el ocio es inaccesible, pero vacaciones fuera de casa todos los años, what a fantasy… Por desgracia, uno de cada tres españoles no puede permitirse ni una semana de descanso fuera de casa al año. En menores de 30, la cifra sube hasta el 37,5%. Oh vaya, otra vez los jóvenes estamos más jodidos, qué novedad…
El gasto medio anual por persona en vacaciones, según el INE, es de 220 euros. Quién se ha quedado con los nuestros, no sabemos. En viajes al extrajero, el promedio de gasto es de 806 euros, mientras que si echamos un ojo a lo que gastamos en turismo nacional la cifra baja hasta 174 euros. Julio ya se ha gastado su presupuesto de varios años, y el de Bea, en viajes Madrid-Málaga este año (o sea, billetes de Renfe a 200 pavos ida y vuelta, ¿hola?). Una ayuda a este pobre señor, por favor.
Nunca hay suficiente parné para todos los viajes que queremos hacer: planificar un viaje al extranjero conlleva gestionar MUY bien el presupuesto del año. Si miramos dentro de España –y si lo has hecho este año, sabes a lo que nos referimos–, no es que sea una ganga. Además, muchas veces necesitamos juntarnos varios amigos para hacer un viaje (lo cual puede ser una movida logística. No uséis WhatsApp para eso. Spoiler: sale mal) y encontrar ofertas interesantes.
Estos planes baratos con colegas o con tu pareja, de un finde, pueden ser un soplo de aire fresco y una forma de salir de la ciudad cuando un planazo de una semana a Noruega no es posible. Pero si además queremos viajar sostenible, no contribuir a procesos de turistificación o colonialismo turístico… Mira, que es todo una movida.
Experiencias únicas y otras marcas registradas
El turismo masivo no es inocente. Influye en cómo entendemos la convivencia. “Es necesario evidenciar las consecuencias de este turismo de masas, más allá del rédito económico de su presencia. Hablamos del efecto en el espacio público: en el comercio, en la vivienda, en la forma de relacionarnos... En definitiva, en la forma de hacer ciudad”, explican Óscar Salguero y Juan Rodríguez desde el Grupo de Estudios Antropológicos de La Corrala.
Cuando pienses en viajar a tu sitio ideal o en ir a “vivir la experiencia”, pregúntate por qué lo haces. ¿Estás intentando aumentar tu capital social? Luego hablamos de redes sociales… Cuando llegues a tu destino, recuerda que los habitantes de ese lugar no son monos de feria –así que cuidado con las fotos sin permiso–, y tienen una vida y unas necesidades más allá de tus vacaciones. Mucho del turismo masivo o low cost que ha estado en auge en la última década antes de la pandemia ha dejado consecuencias en los lugares más “de moda”, en forma de homogeneización de las ciudades, alza de precios de las viviendas y de los servicios también para los locales… y alguna anécdota.
Digamos que tras el reseteo pandémico podemos tratar de plantearnos las cosas de otra manera cuando viajemos: tratar de conocer antes lo autóctono en lugar de buscar el exotismo de lo extranjero, consumir local, apoyar proyectos en los que las personas que habitan esos lugares tomen las decisiones y se queden la riqueza generada… Eso sí, cuando hagas tu lista, cuidado con dejarte llevar por ese lugar 100% original™, por ejemplo esa trattoria del centro de Florencia, que a lo mejor no es tan típico de allí…
Instagram, voyeurismo y las diapositivas de nuestros padres
¿Cuántas veces has pensado en las vacaciones en el último mes? Sinceramente, nosotros hemos perdido la cuenta. Igual que la vida de lunes a viernes a veces se siente como una carrera para que llegue el fin de semana, nos pasamos las semanas antes de vacaciones tachando los días. “Las vacaciones son muy frustrantes porque son la vida que querríamos tener, pero no tenemos”, comenta Aurora Gómez, psicóloga sanitaria en Corio Psicología. “Yo me las replantearía, que no generen la sensación de que son para escapar del trabajo o para vivir”.
Y mientras esperamos las vacaciones –o incluso si no las tenemos–, ¿qué? Echamos las horas en el feed de Instagram o TikTok viendo imágenes de pies en playas paradisíacas a las que no podemos permitirnos ir, mirando cómo otra gente se pone gocha de comida que no podemos pagar… Nos hacemos daño. “Igual que pasa en Instagram con la belleza física, idealizamos la belleza o la imagen de las vacaciones”, explica Gómez. Nos ponemos las expectativas por los aires.
A veces parece que estamos consumiendo por voluntad propia aquellas sesiones de fotos vacacionales en diapositivas que horrorizaban a nuestros padres: “Antes te obligaban a ver las diapositivas y te contaban la chapa. Tú estabas en una situación súper incómoda. Ahora lo hacemos voluntariamente, por ese punto de voyeurismo, de poder ver la intimidad de otra persona o de imaginar que estamos en esa otra vida”, recuerda Gómez. “Quien ha vivido lo de las diapositivas le sorprende que queramos ver las vacaciones de otro voluntariamente”.
Llegará el momento de tus vacaciones, de rozar con los dedos esa vida que queremos tener, y también compartirás tus fotos en redes (nosotros puede que también): “Es más probable que en vacaciones compartamos esa vida para intentar mostrarnos en esa imagen idealizada de nosotros mismos que queremos transmitir; como nuestra carta de presentación”, cuenta Gómez.
Nosotros ya estamos haciendo las maletas, la verdad. Bueno, en realidad, Julio nunca las deshizo. Prometemos no traeros diapositivas de nuestras vacaciones, pero seguiremos dándoos la chapa una semana más antes del parón de agosto. Que necesitamos desconectar (y un poco de eso irá la cosa). ¿Nos cuentas tú en Discord cómo desconectas en vacaciones?
Curetaje de FAQAdulting
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