Lo siento, opositor, pero la plaza está en el siguiente castillo
Cuando hacer un examen de oposición es un sufrimiento peligroso
Como siempre que nos topamos con la Administración –droga dura–, la cosa se nos hace un poco bola. En nuestra anterior entrega comenzamos a hablar sobre oposiciones, ese nuevo deporte de moda reto que muchas personas se plantean como salida a la precariedad. Un deporte reto, por cierto, no apto para impacientes, para personas sin recursos y, como vamos a comprobar, tampoco para cardíacos.
Dependiendo de las circunstancias personales y de la complicación de la oposición, la carrera para prepararse la oposición puede ser más o menos larga y con más o menos intentos para completarla. Como en una maratón, afrontar el cansancio, la frustración y seguir adelante puede ser duro, pero también es importante saber que muchos exámenes juegan en contra de las personas que tratan de opositar (y no solo porque sean un sistema de cribado).
Atención: opositar puede ser peligroso para su salud
La semana pasada preparamos todo para irnos al examen: estudio, entrenamiento, instancia –dichosa burocracia– para tener derecho a hacer el examen… Es el momento de ponernos a prueba.
Como existen oposiciones a nivel nacional y autonómico, pero también a nivel local, en ocasiones los exámenes pueden ser muy diferentes. Estupendo, ¿eh? Laura (nombre ficticio) oposita a bombera, que depende de la Administración local, y aunque sus pruebas suelen constar de varios exámenes más o menos fijos, no tienen por qué ser iguales: “Aunque cada Ayuntamiento es un mundo al plantear las oposiciones, suele constar de una prueba teórica, una prueba psicotécnica o una evaluación psicológica y una prueba física”. Estas pruebas no se hacen el mismo día (menos mal), pero sus fechas no tienen por qué ser fijas y en muchas ocasiones pueden alargarse durante meses. La incertidumbre está servida.
Mientras te armas de paciencia, puedes esperar que la Administración responda… regular. A veces. Otras mal. Algunas personas que han opositado han hablado con nosotros para compartir su experiencia en el día D: “Muchas veces vamos a institutos sin agua, ni aire acondicionado, ni los recursos necesarios. Son famosos los listening de inglés, con un MP3 de la prehistoria digital y unos altavoces que se oyen fatal”, denuncia Ira-René Martín, profesore de primaria interine que oposita para tratar de lograr mayor estabilidad.
Laura, por su parte, señala que las pruebas a las que se enfrenta pueden suponer un riesgo para los aspirantes: una de las pruebas físicas más duras es trepar una cuerda que, en algunos casos, puede llegar a ser de hasta 7 metros. Casi ningún gimnasio o centro deportivo cuenta con infraestructuras que les permitan entrenar a esos niveles: “Nos colgamos de puentes; nos colgamos de mobiliario urbano, que es ilegal. Si te caes, te matas. Es una prueba muy peligrosa”.
Si a la precariedad que supone estudiar unas oposiciones (y al gasto en ocasiones de cientos de euros al mes en formación y preparación) le sumas unas condiciones paupérrimas, no falta quien se ve en la obligación de abandonar.
Cuando rozas con la punta de los dedos (pero no llegas)
Las oposiciones son un proceso hipercompetitivo. No es raro ver cómo cada vez que Correos lanza oposiciones —que, por cierto, no son para funcionariado, sino para puestos laborales indefinidos— el número de plazas sea increíble, pero también el número de aspirantes (3.381 plazas en la convocatoria de 2021 para casi 150.000 aspirantes). Si te parece mucho 44 aspirantes por plaza, ni siquiera es el ratio más loco que te puedas encontrar. A nivel local se pueden encontrar exámenes con más de 60 opositores por plaza.
Quedarse fuera es mucho más probable que llegar a la meta, y esa es una posibilidad muy complicada de gestionar a priori. “Muy pocas veces se piensa en nada más, aparte de en los propios nervios, cuando tienes un examen cerca. Creo que el hecho de no saber cómo encontrarte forma parte del proceso selectivo”, cuenta Javier Argento, documentalista y opositor. Mucho más difícil de aceptar es quedarse fuera cuando llega el momento de la verdad, y cada persona lo afronta de un modo. Gestionar esta situación también depende de lo que suponga no conseguir plaza. No es lo mismo cuando has aprobado la oposición quedándote sin derecho a plaza, pero teniendo derecho a participar de una bolsa de trabajo —precaria, inestable, impredecible, pero con esperanza de pillar al menos un contrato temporal— que cuando el triunfo agridulce de aprobar te deja sin derecho a nada, o incluso cuando suspendes después de tanto esfuerzo invertido.
En el primer caso estuvo Bea en su brevísima experiencia como opositora: cinco años después de un examen que ya había casi olvidado recibió una llamada ofreciéndole un contrato temporal. En su caso pudo rechazarlo, pero para otros profesionales, como docentes o sanitarios, decir que no a estas “oportunidades” entre una convocatoria y otra supone ponerse al final de la lista para otros posibles contratos, y así renunciar a puntos que sumar para futuras oposiciones.
Javier se enfrentó al trance del suspenso: “Nadie está preparado. El mazazo fue espectacular. En un primer momento sentí rabia, porque consideraba injusto —aún lo considero— que el tribunal me suspendiera el ejercicio. Como la plaza quedó desierta, ni siquiera podía enfadarme con otro opositor que la hubiera conseguido”. Este estado mental puede ser perjudicial para próximas pruebas: “Cuando pensaba que ya lo había procesado, llegó la ansiedad. Me paralizó completamente y no podía estudiar para otro examen que tenía. No pude presentarme. Me paralizó en todos los sentidos: ni siquiera quería salir de casa”. Una situación como esta afecta también a todo el entorno de quien prepara oposiciones: “Ya estés contento, triste, ansioso, y cómo lo afronta tu familia, tu pareja o los amigos que tienes a tu lado en ese momento… Muy pocas veces se habla. Se habla de casos de éxito, pero pocas veces se analiza cómo afronta la situación quien no lo consiguió”.
Y una vez tienes la plaza, ¿qué?
Cuando opositas puedes estar tan concentrado en tu objetivo que olvides todo lo demás. Javier recuerda cómo se sintió cuando por fin se sacó la oposición: “Como no tenía mucho tiempo para cuidarme, me vi mal, descuidado a nivel físico y mental. Mentalmente estaba ansioso y nervioso, muy cansado. Era una sensación un poco rara porque haber aprobado la oposición era una buena noticia, pero estaba con el bajonazo. A nivel físico, me miré al espejo y me vi descuidado”.
Pero no solo es la sensación de bajón cuando terminas una carrera como esta; es que en realidad el camino no ha hecho más que empezar. Para muchas personas es complicado gestionar las expectativas de lo que encontrarán una vez lleguen al puesto: pueden darse situaciones desagradables que afecten al bienestar. Raúl es un militar que ha vivido en sus carnes la decepción de que el trabajo no sea lo esperado –¿hay algún trabajo bueno acaso?, nos preguntamos–. Si bien es cierto que los militares tienen un régimen especial de acceso, el Estado los computa como funcionarios y su proceso de ingreso también consta de pruebas específicas.
La falta de compañerismo es lo que peor ha llevado Raúl dentro del Ejército: “En cualquier momento te pueden vender y, si tienen que correr y dejarte atrás, te van a dejar atrás y que te den por culo”. Este ambiente, unido a la presión de la estricta jerarquía y a la vida castrense, lleva a muchísima gente a renunciar: “De mi promoción, de 60 que entramos, van a abandonar 45 ya en destino [aquellas personas que han superado la fase de instrucción]. Quienes se quedan lo hacen porque no tienen a dónde ir. Es un sitio que amarga: allí nadie es feliz”, denuncia.
Aunque el Ejército es una parte minoritaria y específica de los 1,4 millones de funcionarios que hay en España, su visión puede servir de ejemplo para ver que conseguir una oposición no tiene que ser automáticamente sinónimo de felicidad. Pero es que conseguir la felicidad es que te toque el Euromillón o, en su defecto, tampoco está mal conseguir 15.000 € en ‘¿Quién quiere ser millonario?’ como la compañera periodista Virginia Sarabia. ¿Nos cuentas qué es para ti la felicidad en Discord?
El curetaje de FAQAdulting
En España vive medio millón de personas que no pueden alquilar un piso ni firmar un contrato (o presentarse a oposiciones, tampoco) porque están en situación administrativa irregular. Rocío Quillahuaman te explica cómo puedes ayudarles aquí (y aquí tienes el mapa para acercarte a hacerlo en persona).
España es cuarto país de la OCDE con mejor equilibrio vida-trabajo, según Statista. Y eso a nosotros solo nos puede parecer una mala noticia: si España es el cuarto, cómo estarán el resto.
Naiara, que nos lee todas las semanas ❤️️, nos envía este TikTok que ha encontrado sobre hacer adulting. Nosotros creemos que lo está haciendo fantástico.