Nuestro FAQAdulting no es sindicalista. Puede ser un lerdo, un vago, un tonto, un sindicalista, pero de actor porno no tiene nada. Sí, hoy hablamos de esas organizaciones que defienden los derechos de los trabajadores y que van más allá (o deberían) de presentarse a unas elecciones en una empresa grande.
¡Comegambas!
Si lo personal es político, como decía Julia en 1984, estar afiliados a una organización que junta a personas más o menos de condiciones similares para mejorar la manera en la que ganan el pan… más político no puede ser. Sí, un sindicato es una organización política que (si lo hace bien) se encarga de que no jodan todavía más a los curritos, que ya bastante tenemos.
En España hay poca gente metida en estos saraos. Según los últimos datos que hemos encontrado de 2019, solo el 13% de los trabajadores está afiliado a un sindicato. Vaya, uno de cada siete, un número que, además, ha ido descendiendo en los últimos años. A esto hay que sumar que estar afiliado a un sindicato no significa participar activamente en él. Según el barómetro de diciembre del CIS de ese mismo año, solo el 6% de la población acudió ese año a una reunión de un sindicato, aunque el 11% participó en una huelga. Otra encuesta de 2021 muestra que el 30% de los españoles tiene mínima confianza en los sindicatos y el 76% están entre el 1 y el 5 (en una escala de 1-10). O sea, suspenso absoluto de los trabajadores a las organizaciones que se suponen que están para defenderlas.
Un estudio de 2003 apunta bastantes claves de por qué las tasas de afiliación sindical de España son menores que en otros países de nuestro entorno. En resumen: trabajos precarios y el sistema institucional de relaciones laborales (qué palabro).
Lo de las relaciones laborales y la política es un buen melón pa’explicar. Básicamente, cuando los sindicatos y la patronal (las organizaciones que representan a las empresas) se reúnen y acuerdan las condiciones de un sector de trabajo (por ejemplo, la hostelería), se aplica directamente a todos los camareros de España, independientemente de si están o no en un sindicato o si han negociado algo con su empresa. El estudio señala que esto podría desanimar a la participación porque pa qué meterme en un sindicato, si total. Esto sin entrar a valorar que todo el lenguaje burocrático del trabajo aleja bastante al común de los mortales.
Seguro dental, Lisa necesita un aparato
Los datos dicen que nos importan un carajo los sindicatos, pero no paramos de oír en las noticias que los sindicatos podrían estar renaciendo (sobre todo en Estados Unidos). ¿Se nos han hinchado los cojones? ¿Las sucesivas crisis hacen imposible estar más hasta las gónadas?
Primero la Gran Dimisión, luego el silent quitting… pero lo que ha venido después de la pandemia en realidad ha sido una serie de paros, protestas y huelgas en Estados Unidos como hace mucho que no se veía. Desde las grandes tecnológicas, donde se han ido estableciendo sindicatos –lo que dice mucho de las condiciones que se soportan, teniendo en cuenta la narrativa antisindicalista estadounidense– hasta la amenaza de huelga en los ferrocarriles que ha provocado que el Congreso norteamericano apruebe una ley expres para frenarla.
Esta tendencia, por el momento, no ha llegado a España. Mientras las grandes tecnológicas han ido aterrizando en nuestro territorio con sus políticas antisindicalistas a cuestas, en España no hemos vivido todavía ese resurgir de la acción sindical, ni en afiliación ni en número de huelgas ni en participación en ellas.
El peligro del teletrabajo
El teletrabajo es fantástico para conciliar y vivir mejor. Pero ojo cuidado, que llevamos poco tiempo con él y tampoco está claro cuáles van a ser sus consecuencias. De hecho, es tan novedoso que el Gobierno trató de meter un par de cosillas sobre el tema para que no se fuera de madre.
Pero además del aspecto legal, el teletrabajo, sobre todo cuando no es un modelo mixto presencial–a distancia, puede derivar en una dinámica que favorece la desigualdad: favorece las negociaciones uno a uno, lo que es una oportunidad de oro para que el empresario te ponga las condiciones que quiera, mejores o peores que las de tus compañeros. Y, claro, como en teletrabajo tu relación con los compis es mínima, pues no puedes hablar con ellos para poner en común cómo son vuestras condiciones y si las tuyas (y las suyas) son una miseria. Cuando ves que el mal es compartido y que la realidad no es como te la pintan en la empresa, tienes ganas de matar a todos los malnacidos capitalistas y ponerlos todos en fila en una pica para luego quemar sus restos y dar de comer sus cenizas a las tortugas te puedes animar a mejorar tus condiciones colectivamente.
Ahí es donde un sindicato es más útil. No es para organizarte una huelga ni que se paseen con una bandera; lo más importante es tener un sitio donde poder compartir inquietudes y entre todos plantear una solución para tu problema. Por eso participar y formarse sobre cuestiones del curro es de las mejores herramientas defensivas que uno puede tener para mejorar sus condiciones materiales y, de paso y sobre todo, que tu salud mental no se vaya por el retrete.
¿Dónde están las mujeres?
Hace un rato hablábamos de cómo la precariedad afecta negativamente a las tasas de afiliación sindical. Mujeres, jóvenes y quienes tienen contratos temporales son las personas que tienen relaciones más inestables con su curro, lo que desincentiva afiliarse a un sindicato. Pero, además, está el tema de la representación. Déjanos ampliar un poco.
Puede que esta imagen te haya llegado a la cabeza cuando hemos nombrado “sindicalista”: un señor con un mono de trabajo en una fábrica o en una mina gritando, agitando una pancarta y quizá liándola en una huelga. Pero oye, ¿dónde están las mujeres? Porque un sindicato de kellys, enfermeras o prostitutas (entre otros cientos de ocupaciones con una amplia presencia femenina) es tan representativo como el clásico obrero blanco de mediana edad.
La participación femenina en los sindicatos es una cuestión reseñable (por su escasez) y el feminismo ha abierto el abanico mental de lo que consideramos socialmente curro. Porque cuidar o estar detrás de alguien limpiando su mierda (figurada o real) es una profesión tradicionalmente invisibilizada y que se ha tenido menos en cuenta en nuestra sociedad, por una lógica productivista por un lado y porque es más barato apoyarte en la desigualdad de género que en pagar lo que es un trabajo a toda luces.
Esto tiene claras connotaciones en que las mujeres formen parte o no de una organización de trabajadores. No solo por tener ocupaciones más precarias, lo que desincentiva su participación, sino porque muchas veces sienten que eso no va con ellas, ya que buscan soluciones concretas y realistas; no debates bizantinos sobre la colectivización de los medios de producción y que malo es el Estado liberal que tiene el clásico señoro mientras en casa le espera un plato caliente de comida. La doble jornada, la falta de corresponsabilidad en los cuidados y la falta real de conciliación hacen el resto.
Puede que pienses que tus condiciones solo las sufres tú, pero aquí te traemos esta newsletter (y nuestro Discord) para que sepas que no estás en soledad; porque tus problemas no son tuyos, sino…
El curetaje de FAQAdulting
Si os mola la música, seguro que habréis notado que os apetezca más escuchar un tipo de música u otra dependiendo de vuestro estado emocional. Bueno, pues a nivel social al parecer ocurre lo mismo. Se llama “efecto pintalabios” y es algo que le flipa a los frikis de las ciencias sociales.
¿Influye nuestra espiritualidad (no solo religiosa, pero también) en nuestra capacidad de enfrentarnos a los problemas? Aquí dan algunos apuntes interesantes.
Y si como nosotros no tienes muchas ideas de finanzas, pues aquí tenéis una herramienta apañaíca que ha hecho el Gobierno para que no nos la den con queso.
Si te hemos hecho más llevadero este miércoles, puedes dejarnos un corazoncito.